Una de las cosas que
se están poniendo muy de moda en el entorno empresarial es el llamado “story
telling” o denominación snob para indicar la técnica de contar historias. A día
de hoy, incluso en entornos profesionales donde esto debe de ser una herramienta
habitual, no es fácil encontrar gente que lo haga bien y sobre todo de modo
atractivo. Lo sé. Una de mis actividades es escribir guiones y es difícil de
encontrar no historias buenas que las hay (y muchas) sino historias bien
contadas y sobre todo con personajes interesantes… pues no nos olvidemos, las
historias las hacen las personas.
¿Pero debe de ser
una historia “atractiva”? Desde luego que sí pues la premisa de cualquier
historia es que sea atractiva, o más bien entretenida pues, sino lo es, es
aburrida. Seamos claros: cuantas veces hemos estado en clase mirando fijamente
al profesor con el fin de aparentar
atención, y mientras tanto nuestra mente ha volado hacia el infinito y más
allá. De hecho la atención se mantiene un máximo de 8 minutos y siempre que sea
una audiencia cautiva como en una clase, el cine o una conferencia y en
televisión es todavía mas dura con un máximo de tres minutos antes de que el
dedo sea proyectado hacia el mando cambiando de canal. En este aspecto Internet
es todavía más implacable pues la atención no se mantiene más de 30 segundos si
el contenido que delante del que estamos no nos cautiva en ese tiempo… vamos
que la gente no se espera hasta que la barra no cargue todo el contenido.
El tiempo por ello
es esencial a la hora de contar historias.
Contar historias es algo
que se lleva haciendo desde el principio de los tiempos y sobre lo que un señor
con barba y vestido con una sábana hizo un manual hace más de 2.500 años. Ya
entonces este señor bien claro que tenía que ser entretenido pues sino ya
puedes contar las bondades de cualquier cosa que si es un tostón termina siendo
como cantar en la ducha: esta bien y es bonito pero solo te escuchas tu. No
tiene porque ser ficción ni chistes, sencillamente contar una presentación
corporativa o formación, lo que estamos haciendo es contar historias.
En países como el
Reino Unido es relativamente más fácil para los nativos el contar historias
pues están acostumbrados, dado que tienen una formación con mayor participación
del alumnado e incluso donde el teatro es una actividad habitual lo que enseña
a los alumnos:
· A disertar y expresarse en público
· A controlar las emociones
· A memorizar textos
A ello hay que
añadir que ellos gustan de la improvisación pero, como dijo el propio
Shakespeare “no hay mejor improvisación que la que se ha ensayado bien”.
Las mejores
historias son las que además cuentan de algún modo con el concurso de la
audiencia pues, como bien sabe la Iglesia (institución con más de 2000 años de
experiencia en esto de la comunicación), la contribución del público crea un
vínculo que luego es difícil de romper. De hecho el mensaje que lanzan es
limpio y claro, y cuando hay que explicar algo complejo utilizan hábiles
parábolas y analogías, incorporando la ficción como un vehículo narrativo
poderoso.
En definitiva contar
historias es vincularnos con la audiencia y hacerlo emocionalmente. Hacerles
partícipes de una experiencia que les aporte algo como personas pero que pase
por ser entretenida pues de otro modo la atención se pierde, y por ello la
capacidad de nuestra historia de servir para algo. De hecho aburrir puede
producir el efecto contrario de aquello que deseamos.
Por ello es
importante saber contar bien historias y guionizar, por simple que sea, aquello
que vamos a decir.
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